miércoles, 15 de agosto de 2018

Afroamericanos

Afroamericano es un término que comenzó a utilizarse en los Estados Unidos de América en la década de 1960, por la misma población con ascendencia africana derivada de la esclavitud con o sin mestizaje, para revindicar el orgullo de sus raíces africanas.
El término fue ampliado y comenzó a ser utilizado con igual propósito, para hacer referencia a las personas nacidas en el continente americano, que tienen antepasados africanos subsaharianos derivado de la esclavitud con o sin mestizaje; los afroamericanos son por tanto un grupo de afrodescendientes. La mayoría son descendientes de personas capturadas, esclavizadas y trasladadas desde el África subsahariana (la inmensa mayoría del golfo de Guinea) hasta América por los europeos para trabajar en sus colonias, fundamentalmente en las minas y plantaciones como esclavos, entre los siglos XVI y XIX (véase Comercio atlántico de esclavos).
No debe confundirse con afroestadounidense que es la traducción literal del término inglés African American (‘estadounidense africano’). En inglés posee el sinónimo: Black American (‘estadounidense negro/a’).

la palabra "afroamericanos"

En noticias procedentes de los Estados Unidos de América aparece frecuentemente el término afroamericanopara hacer referencia a los negros de ese país.;; La palabra en cuestión no está mal formada, puesto que sirve para explicar la procedencia de esas personas, y tiene la misma forma que hispanoamericanos pero debe evitarse porque el hecho de que su formación sea correcta no tiene nada que ver con la conveniencia ni la necesidad de su introducción como sustituta de negros, voz que por sí sola ya denota la procedencia de esa comunidad, ya que todos los negros de América proceden de África, al igual que los que se han asentado en otras partes del mundo.;; Quizá cabe preguntarse si los redactores que escriben afroamericanos pretenden referirse sólo a los negros de los Estados Unidos. Todos los negros de América -del Norte, del Centro y del Sur- son afro y americanos, o sea que es suficiente con utilizar la palabra negro. De ser así, el intento está fallido, puesto que América no es el país que hay entre Canadá y México, sino todos los que se extienden desde la Patagonia hasta Alaska, y en muchos de ellos parte de la población es de raza negra, cómo no, procedente de Africa, y son, pues, también afroamericanos.;; El elemento compositivo afro- se usa en Cuba para referirse a un tipo determinado de música -afrocubana- en la que perviven los ritmos africanos, como en la de otros países antillanos y Brasil. También aparece en afronegro, voz usada para referirse a los rasgos, hábitos y costumbres africanos que perviven en las colectividades hispánicas de América, y en afronegrismo, que es como se llama en lingüística a las palabras tomadas de las lenguas de los negros africanos, y a la actitud de defensa y recuperación de elementos afronegros en los países hispánicos de América.;; No es necesario buscar eufemismos para referirse a los negros, y en las noticias puede decirse, sin molestar a nadie, que en la composición del gobierno de Estados Unidos hay negros e hispanos.; Es mejor evitar esta forma poco clara (en todo caso habría que hablar de afroestadounidenses) y seguir diciendo blancos, negros, amarillos e indios, sin falsos pudores y sin miedo de utilizar un término que sólo es peyorativo si se usa como tal.

Orígenes del termino "Afroamericano"

Afroamericano es un término que comenzó a utilizarse en los Estados Unidos de América en la década de 1960, por la misma población con ascendencia africana derivada de la esclavitud con o sin mestizaje, para revindicar el orgullo de sus raíces africanas.[cita requerida]
El término fue ampliado y comenzó a ser utilizado con igual propósito, para hacer referencia a las personas nacidas en el continente americano, que tienen antepasados africanos subsaharianos derivado de la esclavitud con o sin mestizaje; los afroamericanos son por tanto un grupo de afrodescendientes. La mayoría son descendientes de personas capturadas, esclavizadas y trasladadas desde el África subsahariana (la inmensa mayoría del golfo de Guinea) hasta América por los europeospara trabajar en sus colonias, fundamentalmente en las minas y plantaciones como esclavos, entre los siglos XVI y XIX (véase Comercio atlántico de esclavos). No debe confundirse con afroestadounidense, que es la traducción literal del término inglésAfrican American (estadounidense africano). En inglés posee el sinónimo de Black American (estadounidense negro/a).
En la actualidad, constituyen alrededor del 30% de la población del continente, con los porcentajes de mayor a menor en Haití(95%),1​ Barbados (92,4%),2​ Jamaica (92,1%),3​ Bahamas (90,6%),4​ Granada (89,4%),5​ Islas Turcas y Caicos (87,6%),6​ Antigua y Barbuda (87,3%),7​) Dominica (86,6%),8​ Santa Lucía (85,3%),9​ República Dominicana (84%, incluyendo mulatos),10​ San Vicente y las Granadinas (66%),11​ Trinidad y Tobago (57,2%, incluyendo mestizos),12​ Bermuda (53,8%),13​ Panamá (50%, incluyendo mulatos y zambos),14​ Guyana (46,9%),15​ Brasil (45,3% incluyendo mulatos),16​ Cuba (35%, incluyendo mulatos),17​ Colombia (24%, incluyendo mulatos),16​ Uruguay (15% incluyendo mulatos),18​, Estados Unidos (13,6%),19​ Perú (9.7%, incluyendo mulatos y zambos),16​ Nicaragua (9%),20​ Costa Rica (7.8%, incluyendo mulatos),21​ Ecuador (7,2%),22​ Honduras(5%), Venezuela (3.5%),23​, Canadá (3,2%)24​ México (1,2%),25​ incluyendo zambos, Bolivia (1%)26​ y Guatemala (0,5% incluyendo garífunas)16​.

historia afroamericana

“La única manera de corregir un error es arrojar sobre él la luz de la verdad”. Estas palabras de la periodista y sufragista Ida B. Wells presiden una de las salas del museo y expresan su misión. El por qué lo recuerda Maya Angelou en la galería principal: “Con los obsequios que heredé de mis ancestros, yo soy el sueño y la esperanza del esclavo”. Y Bunch, el encargado de hacer realidad el sueño del museo, ha tardado más de una década en recopilar los trazos de una de las historias más dolorosas del país y conseguir situarlos después bajo un mismo techo.




Las esposas empleadas para retener a un esclavo.ver fotogalería
Las esposas empleadas para retener a un esclavo.  AFP


Cada detalle de la muestra, incluido el hecho de que el museo haya logrado su enclave a tres manzanas de la Casa Blanca, es un eco del poema “Yo también soy América”, de Langston Hughes: al National Mall le faltaba la casa de los afroamericanos. Hoy acoge desde los pedazos de cristales de las vidrieras de la iglesia de Birmingham (Alabama) donde murieron asesinadas por una bomba cuatro niñas afroamericanas en 1963, hasta el féretro de Emmett Till, el adolescente linchado en el Mississippi de los años 50, un vagón de tren específico para pasajeros negros, una casa de esclavos en una plantación de Carolina del Sur o las esposas empleadas para retener a un niño esclavizado.
“Recordar no es suficiente, debemos usar la historia para enfrentarnos a su pasado racista, la esclavitud, pero también los momentos de alegría, esperanza y resistencia que han definido a esta comunidad”, añadió Bunch. Sus palabras están enmarcadas en pasillos donde suena el discurso de victoria de Obama, galerías donde brillan las frases de referencias americanas como Maya Angelou, James Baldwin o Ida B. Wells y vitrinas para las medallas de oro de Carl Lewis o un guante del boxeador Muhammad Ali alrededor de un podio con la escultura del atleta John Carlos, puño en alto, en los Juegos Olímpicos de México 1986.




Nueve de las 10 medallas olímipicas de Carl Lewis.ver fotogalería
Nueve de las 10 medallas olímipicas de Carl Lewis.  AFP


El trayecto que harán las 10.000 personas que espera recibir el museo cada día es un recorrido desde las sombras hasta la luz. Nada más entrar, los ascensores descienden a los visitantes hasta el siglo XV, cuando decenas de barcos esperaban en puertos de África para cargar los esclavos que serían llevados hasta América. En galerías subterráneas, prácticamente a oscuras, la muestra narra el episodio más doloroso y desgarrador de la historia del país, que llegó a contar con cuatro millones de personas esclavizadas —el 20% de su población— cuatro siglos después.
Por el camino, en ascenso hasta el nivel del suelo, siguen la lucha por la libertad, la emancipación, la segregación y la lucha por los derechos civiles. Es la historia de cómo los afroamericanos definieron el verdadero significado de la libertad, según los creadores del museo, en una exposición que “desafía a los visitantes a que se replanteen la noción de libertad como algo que no fue concedido a los afroamericanos, con todos sus privilegios y responsabilidades, sino que tuvieron que ganársela”.




El vestido que estaba elaborando la activista Rosa Parks el día que fue detenida por negarse a ceder su asiento en un autobús.ver fotogalería
El vestido que estaba elaborando la activista Rosa Parks el día que fue detenida por negarse a ceder su asiento en un autobús.  AFP


La colección ha tardado más de una década en tomar forma, según Bunch, gracias a donantes que “si no podían entregar dinero, querían entregar su experiencia”, como ocurrió con el violín de Jesse Burke. El director del museo asegura que el gobierno federal cubrió la mitad de los 540 millones que ha costado y el resto llegó de donaciones privadas de figuras como Oprah Winfrey —entregó 13 millones de dólares y el teatro principal del museo lleva su nombre—, Samuel L. Jackson, Kobe Bryant o la fundación familiar de LeBron James. En total, respondieron a la llamada “más de 100.000 donantes que han dado desde un dólar hasta varios millones”, lo que supone un récord para la institución.
El museo, según sus creadores, careció de fondos durante décadas, hasta que en 2003 el Congreso aprobó la ley que le dio luz verde. Su visión siempre fue la misma: crear un espacio en el que recordar la historia de la comunidad afroamericana y contar “cómo esa experiencia ha cambiado la definición de ser americano”, en palabras de Bunch.
El director de la institución, que abrirá sus puertas en Washington rodeada de celebraciones en toda la ciudad, recalcaron su importancia en un momento “crucial” para la historia del país. “El racismo no es algo del pasado y este centro ayudará a entenderlo”, afirmó David Skorton, secretario de la Smithsonian Institution a la que pertenece el museo, quien defendió que sus pasillos serán un nuevo espacio de diálogo en una ciudad acostumbrada a la división. “Los museos pueden tocar y cambiar vidas, transformar a las personas que los visitan”.



El edificio que alberga el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana en Washington.

El edificio que alberga el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana en Washington. REUTERS

Afroamericanos que lucharon en la guerra civil española



  • 85 afroamericanos viajaron a España para luchar junto al bando republicano en la guerra civil.
  • Los movían la defensa de los derechos civiles y la lucha contra el ascenso del fascismo.
  • Formaban parte de la Brigada Lincoln, compuesta por 2.800 norteamericanos.
  • Alfonso Domingo, codirector del documental Héroes invisibles: afroamericanos en la guerra de España explica la labor poco conocida de estos hombres que defendían unos derechos que se les negaban en su propio país.
​James Yates fue un afroamericano que en 1936 decidió embarcar rumbo a España para luchar con el bando republicano contra el fascismo. El documental Héroes invisibles: afroamericanos en la guerra de España relata la historia de la Brigada Lincoln, compuestas por 2.800 norteamericanos, entre ellos, 85 afroamericanos. Estos hombres protagonizaron un capítulo inédito de la historia entre España y Estados Unidos.
Como miles de ciudadanos del sur de Estados Unidos, James Yates, se dedicaba al cultivo del algodón en Misisipi. Debido a la pobreza y la falta de libertades decidió emigrar a Nueva York, donde fue consiguiendo trabajos precarios en fábricas y comercios. Llegó en un mal momento: se produjo el crackde 1929 por lo que tuvo que vivir los años de la Gran Depresión.
“En esa época la Italia de Mussolini invadió Etiopía, lo que supuso una ofensa muy grande para el colectivo afroamericano, ya que consideraban Etiopía como el único país negro independiente”, cuenta el codirector del documental Alfonso Domingo. Era una tierra remota para los norteamericanos y muchos no consiguieron obtener el visado para acudir a la guerra ítalo-etiópe, sin embargo, ya gestaron una fuerte consciencia contra el fascismo.
Para cuando la Internacional Comunista hizo la llamada de voluntarios para luchar con el bando republicano, muchos norteamericanos quisieron participar. En concreto, los afroamericanos estuvieron motivados por luchar por unos derechos que les eran negados en su propio país. En total, unos 50.000 voluntarios de 54 países acudieron a esa llamada. Y los afroamericanos no fueron los únicos: más de 1.200 cubanos y caribeños se posicionaron en el bando republicano, según afirma el escritor Alejo Carpentier.
Así se formó la Brigada Lincoln, que fue la primera unidad integrada de la historia militar de Estados Unidos. “Es más, la única unidad militar, que antes de la Segunda Guerra Mundial, fue mandada en un momento determinado por un afroamericano”, explica Domingo. Negros, blancos, latinos y judíos luchaban conjuntamente; no existía la segregación.
“En España fue la primera vez en mi vida que me sentí libre“, relataba Yates en sus memorias, De Misisipi a Madrid. En España podía comer en cualquier restaurante o hablar con los vecinos de los pueblos. Era un gran contraste frente a lo que encontró una vez de vuelta en Nueva York, donde le negaron la entrada a un hotel por ser negro. “Ahí me di cuenta de que estaba de vuelta en América”, relata.
Yates conducía camiones y en una ocasión le tocó transportar al famoso escritor Ernest Hemingway, con el que intercambió algunas palabras. Sin embargo, el escritor estadounidense no tuvo en cuenta su relato. Después de todo, para él era un negro que conducía un camión, cuentan en el documental.

¿Qué pasó con los afroamericanos?


El uso peyorativo del término, que viene de la colonia y continúa en las clases “medias” y “altas”, es una prueba más que suficiente. Pero, además, el tratamiento histórico de la población de origen africano y sus descendientes (a pesar de lo mucho que se ha investigado y publicado en las últimas décadas) sigue mostrando una de las formas del racismo: la negación o desvalorización de su presencia y del papel que jugaba en la sociedad, el ocultamiento de la explotación, la negación de la dignidad más elemental a la que se veía sometida, y desde ya, el esconder bajo la alfombra los datos sobre las riquezas que se acumularon a costa de la esclavitud de los seres humanos de origen africano. Se trata de hacer desaparecer toda una historia, silenciarla, volverla invisible o, como dice el arqueólogo urbano Daniel Shávelzon, “transparente”. 1
Ya el primer paso en este ninguneo histórico se dio durante los orígenes mismos del tráfico de esclavos, cuando para someterlos se les negó toda particularidad humana que no fuese el color de piel. Así como los conquistadores convirtieron en indios a los pueblos originarios de América, la gran diversidad nacional, idiomática, cultural y política de los habitantes del África subsahariana fue suprimida de un plumazo para convertirlos en negros, “infieles” a los que las bulas papales autorizaban a esclavizar y emplear a modo de “animales de trabajo”. Una pregunta recurrente es cómo, de una sociedad que a comienzos del siglo XIX tenía entre el 30 y casi el 60 por ciento de población descendiente de africanos, según las regiones, pasamos a fines de ese mismo siglo e inicios del siguiente a la “desaparición de los negros”, que ya por entonces señalaban tanto quienes se alegraban de ella como quienes la lamentaban. Se estima que a comienzos del siglo XX, apenas entre el 2 y el 3 por ciento de la población argentina reconocía su ascendencia africana.
Tradicionalmente se dan como principales causas su exterminio, como “carne de cañón”, en las guerras de la Independencia, las civiles que vinieron luego y, en particular, la del Paraguay (1865-1871), a lo que se sumaron las epidemias de cólera (1861) y de fiebre amarilla (1871) que provocaron gran mortandad entre los más pobres, incluidos los afroargentinos.
Aunque ambas causas tuvieron un papel importante, hay otras de las que suele hablarse bastante menos y que ocultan la herencia racista de la Argentina. En esa sociedad donde, supuestamente, “los esclavos eran bien tratados por sus amos”, hay dos datos que llaman poderosamente la atención de los investigadores: la baja tasa de natalidad entre la población de origen africano, tanto esclava como liberta, y su altísima tasa de mortalidad, no solo como producto de guerras o brotes epidémicos, sino en situaciones “normales”. 2 Las razones tienen que ver con el grado de explotación a que se veían sometidos, las restricciones a su libertad (incluso en el caso de los libertos) y, en consecuencia, las pésimas condiciones de vida. Para tener una idea, más de quince años después de la “libertad de vientres”, la mortalidad de los recién nacidos entre la población de origen africano casi duplicaba la de los “blancos”, alcanzando en 1828 la pavorosa cifra del 44,24 por mil. Pero, además, la natalidad era muy baja, incluso en comparación con otras sociedades latinoamericanas. Los amos evitaban a toda costa el casamiento de un esclavo, al igual que el embarazo de una esclava, con el argumento de que esto le impedía “prestar todos los servicios para que fue comprada”, además del riesgo de morir en “un mal parto”. 3 En esa sociedad racista, a los amos les resultaba más “económico” reemplazar con nuevas importaciones de seres humanos la escasez de nacimientos y la alta proporción de muertes. Una prueba de ello es que el padrón levantado por orden del director Alvear en 1815 mostraba que más del 70 por ciento de los negros que habitaban entonces en la campaña bonaerense eran nacidos en África, es decir, esclavos traídos recientemente. Hasta comienzos del siglo XIX, cuando los Álzaga, Sarratea o Martínez de Hoz podían seguir trayendo “piezas de Indias” desde África y Brasil, su proporción en la población rioplatense se mantuvo alta.
Pero a partir de 1807 los ingleses tomaron medidas para impedir el tráfico internacional de esclavos. Sus motivos no eran para nada humanitarios.La política británica de cortar el tráfico negrero, para generalizar la explotación más “racional” del trabajo mediante el salario, y desde 1813 el fin de la trata (implícitamente incluido en el decreto de la Asamblea General Constituyente) llevaron a que en las décadas siguientes la presencia africana empezara a mermar aceleradamente en las para entonces Provincias Unidas.
Sobre esa realidad actuaron las guerras que casi acabaron con la población africana masculina, las grandes epidemias de la segunda mitad del siglo XIX y, por falta de hombres de la propia comunidad, un mayor “mestizaje”. En una sociedad que mantenía sus rasgos racistas, donde los negros tenían más que limitado su acceso a la educación, a los cargos administrativos y políticos y, en general, a toda forma de “sociabilidad” que no fuese la de sus propias instituciones de ayuda mutua, como las “naciones” organizadas por descendientes de africanos, que tuvieron un gran desarrollo en Buenos Aires entre fines del período rivadaviano y la caída de Rosas, fueron las primeras asociaciones de “socorros mutuos” de nuestro país. Además de reunir fondos para comprar la libertad de esclavos, ayudar a viudas, huérfanos y enfermos, estas sociedades mantuvieron el acervo cultural afroamericano, en sus “tangos” y “candombes”. Muchos de sus descendientes se fueron “acriollando”, en la mayoría de los casos negando u olvidando su herencia africana.
Y aunque muchos argentinos lo olvidemos a diario, zambamilonga y tango (por no hablar de malambo, kilombo o candombe) son voces afroamericanas, como el origen de esas músicas, tan argentinas como nuestra morocha.

Afroamericanos Católicos


En febrero, en todo Estados Unidos, los estadounidenses celebran el Mes de la Historia Afroamericana. La celebración, en realidad, comenzó en 1926. Se eligió febrero, porque es el mes del nacimiento de dos de las figuras más importantes en la historia afroamericana: el presidente Abraham Lincoln (12 de febrero) y Frederick Douglass (14 de febrero).
La Arquidiócesis de Nueva Orleáns tiene una gran cantidad de historia de Afroamericanos para celebrar, que agrega una riqueza a la celebración secular del Mes de la Historia Afroamericana. En 1842, nuestra propia Henriette Delille, una mujer libre y de color, fundó las Hermanas de la Sagrada Familia, cuya misión era enseñar y catequizar a las personas esclavizadas en un momento anterior a la Guerra Civil, cuando era ilegal hacerlo. Las Hermanas de la Sagrada Familia, también se preocuparon por los ancianos, al abrir su casa como residencia.
La Madre Henriette fue declarada “Venerable” en 2010 por la Congregación para las Causas de los Santos del Vaticano, que desde 2005 se había estudiado minuciosamente sus breves escritos: “Creo en Dios, Espero en Dios, Amo a Dios, Quiero vivir y morir por Dios”. La congregación determinó que, efectivamente, había vivido una vida heroica de virtud cristiana. Ella luchó en una batalla silenciosa contra el racismo. No hubo protestas ni manifestaciones, solo un florecimiento de la caridad cristiana, con sus ojos siempre en la misión de llevar la luz de Cristo a aquellos que habían experimentado la oscuridad.
A partir del 29 de enero, el postulador de la causa de la Venerable Henriette en Roma está trabajando con la Diócesis de Little Rock, Arkansas, en una curación posiblemente atribuida a su intercesión. Si la información sigue adelante, y el Vaticano determina que la curación estaba fuera del ámbito de la ciencia médica, podría ser el milagro que la Venerable Henriette necesitaría para su beatificación. Seguimos orando por ese día, que verdaderamente sería un momento histórico en la historia Católica de Nueva Orleáns.
Incluso, después de que la Guerra Civil terminó con la esclavitud, a los negros del sur se les negó el acceso igualitario a la votación, el empleo y la educación.
En esta arquidiócesis, podemos celebrar la sabiduría espiritual y el cuidado pastoral del Arzobispo Joseph Rummel, quien en 1951 estableció la primera escuela secundaria de la arquidiócesis para varones afroamericanos – St. Augustine High School – que todavía existe, y está atendida por los Padres Josefitas. St. Aug es una parte importante de nuestra historia como archidiócesis.
Las Hermanas de la Sagrada Familia, ya habían establecido la Academia de Santa María (1867) para niñas afroamericanas, y St. Katharine Drexel había abierto la Escuela Preparatoria Xavier (1915) y la Universidad de Xavier (1925) como parte de la misión educativa de las Hermanas del Santísimo Sacramento. Usando la fortuna que heredó, St. Katharine, también financió la formación de numerosas parroquias Católicas para afroamericanos en Nueva Orleáns, y en todo el sur de Luisiana. ¡Qué historia tan rica y gran servicio para el pueblo de Dios!
Pero en la década de 1950, la educación pública y parroquial en Nueva Orleáns, todavía estaba segregada. El 15 de marzo de 1953, el Arzobispo Rummel emitió su carta pastoral, “Benditos sean los pacificadores”, que ordenó la desegregación de todas las actividades y organizaciones de la parroquia Católica. Él suspendió todos los servicios Católicos en Jesuit Bend Mission (1955-58) después de un incidente, en el que se detuvo a un sacerdote afroamericano para celebrar la Misa allí.
El Arzobispo Rummel escribió otra carta pastoral en 1956, en la que declaraba la segregación racial moralmente errónea y pecaminosa. Luego, en marzo de 1962, trabajó con el Arzobispo Coadjutor John Cody, para ordenar la desegregación de todas las escuelas Católicas de la arquidiócesis.
Cruces fueron quemadas en el jardín delantero. Tres Católicos, que hablaron públicamente contra la orden de desegregación del arzobispo, fueron excomulgados. El arzobispo Rummel, no titubeó; él era un hombre que vivió el Evangelio de una manera audaz.
En 1965, en medio del tumulto racial, el Obispo Harold Perry fue nombrado obispo auxiliar de Nueva Orleáns, el primer obispo Católico negro en los Estados Unidos en el siglo XX. El Obispo Perry, oriundo de Lake Charles, fue ordenado sacerdote para la Sociedad del Verbo Divino en 1944, el vigésimo sexto sacerdote negro ordenado en los Estados Unidos. En su ordenación episcopal de 1966 en la Catedral de San Luis, el Obispo Perry pasó junto a un grupo de manifestantes. Un letrero sostenido por uno de ellos decía: “Otra razón por la cual Dios destruirá el Vaticano”. A pesar de esta oposición inicial, el Obispo Perry fue muy amado por el pueblo.
El Obispo Perry murió de la enfermedad de Alzheimer en 1991, a la edad de 75. Al celebrar su Misa funeral, el Arzobispo Francis Schulte dijo: “Como el primer obispo afroamericano en este siglo, el Obispo Perry fue un símbolo de los grandes cambios que han tenido lugar en nuestra Iglesia, y en nuestro país”.
El Obispo Fernand Cheri, nuestro actual obispo auxiliar, fue profundamente conmovido por el Obispo Perry, cuando era estudiante en St. John Vianney Prep y, más tarde, cuando el entonces Padre Cheri era vicario parroquial del Obispo Perry en Nuestra Señora de Lourdes en Nueva Orleáns. El Obispo Cheri dijo que, siempre estuvo impresionado por la actitud calmada y la disposición del Obispo Perry de escuchar.
Hay otra persona que no recibe mucha atención. El padre Aubry Osborn, que nació en Algiers y asistió a All Saints School, se convirtió en el primer afroamericano en ser ordenado sacerdote en la arquidiócesis, el 30 de mayo de 1953. Sirvió en St. Joseph en Gross Tete, al norte de Baton Rouge, y luego sirvió como pastor de St. Paul the Apostle en Baton Rouge y en la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María en Scotlandville.
Nuestros hermanos y hermanas afroamericanos han bendecido a esta arquidiócesis. Se han aferrado a la fe Católica, incluso cuando la Iglesia, a través de su debilidad humana, no los apoyó por completo. Damos gracias a Dios por sus testimonios de fe.